viernes, 1 de junio de 2012

Trámites, estrés y una señora de la pobla.

Muy buenas tardes a todos nuestros íntimos lectores. ¡Hola mi vida!

Como ambas sabemos, estamos pasando por un periodo lleno de emociones y sensaciones que tienen por objeto la realización de un proyecto anhelado inmensamente por ambas, y como no quería que pasara sin pena ni gloria, me gustaría documentarlo un poquito.

El tema de los pasajes, la cuenta, las claves, el rut (que ni bien me preguntan el nombre ya tengo este numerito listo para lanzarlo ante cualquier indicio de petición y que mi adorada mujer aún no se aprende) y cuánto número nos pidan por aquellas páginas, ciertamente está causando un leve estado de estrés que yo he comenzado a notar (en mi) desde hoy.
Es una sensación bastante rara y por qué no decirlo también, nueva.
Creo que dentro de todo, entre tanto número y bancos y querer asesinar al diseñador de la página de cierta compañía de buses, hemos olvidado un poco pensar o ver que si estamos haciendo esto (digo haciendo de patuda y fresca que soy porque no he hecho mucho) es por un motivo primordial: Estar juntas. Así que ya que lo he escrito me voy a enfocar en recordarte que pase lo que pase, suceda lo que suceda, esto lo hacemos por nosotras y debemos - y nos merecemos- disfrutar este proceso.

Sé que el dinero es una de tus principales cuestiones en esta situación en particular, pero no pierdas la cabeza o dejes que en tus ojitos se dibuje el signo peso. Ya veremos cómo lo resolvemos y hasta entonces, déjame seguir oyéndote reir a carcajadas. Soñemos... ¡eso sí es gratis! De lo contrario, nada que un "Kitadol" "Armonil" una botella grande de "Andina" y muchos besos no puedan solucionar.

Así estábamos hoy en la tarde, pero luciendo mucho mejor.


A continuación quiero comentar una anécdota que presencié en el banco en mi segunda visita del día y digo del día porque ya perdí la cuenta de cuántas veces he ido en la semana.

Llegué a eso de las 13:00 hrs. al famoso establecimiento ya antes mencionado saludando al guardia como si fuéramos amigos de toda la vida y con mi tan conocida amabilidad (porque venga que cuando quiero soy bastante tierna y atenta) le pregunté que dónde podía solicitar mi contraseña nuevamente porque la cabecita de pollo la olvidó por completo.
Aquí viene un alto donde me eximo de mis culpas, ya que mi madre (La Ruthi según alguien que yo conozco) no supo darme las indicaciones y terminé haciendo cualquier cosa la primera vez.

Volviendo al tema, estaba yo ahí con una amiga, en la hilera correspondiente; cabe mencionar que además ahí se encontraban quienes harían uso de las típicas "cajas preferenciales" por lo que cada dos por tres había que cederle el puesto a una anciana o una mujer con bebés -no sé si peco de desconfiada pero parecía que llevaban a los pobre niños a propósito-, lo que se traduce en que si en un principio el trámite debió demorar 10 minutos acabó en una cola de como ¡mínimo 30! sumado al calor, las malas caras de los presentes que querían almorzar rápido... como si no fuera poco apareció entre la multitud una muchacha con una bebé en brazos que ni tonta ni perezosa se pasó a todos los que estábamos bien formados ahí para ponerse de las primeras. Un señor que se encontraba antes que yo se sintió bastante amenazado así que la increpó. Es aquí cuando comienza la verdadera trifulca, porque lo que suponía ser una discusión "por lo bajo" como típico chileno que hasta para discutir lo hace tirando indirectas, se transformó en un griterío de población. ¡Así como lee señor lector! Entre ofensa y ofensa nos terminamos enterando (cerca de 40 nobles ciudadanos que acudían como corderitos al matadero y esperaban formaditos con cara de pena) que la gran mami de la broca cochi estaba de encargo otravé con cinco mese y que la guagua le pesaba una tracalá, que su marío trabajáh en la mina 5x5 (¿Habrá sabido el resultado de esa operación?) y que no estaba re nunca en la casa pa cuidar a la caura (Con ese carácter no culparía al marido si quisiera trabajar 10x1 y ese 1 pasarlo con su mamá). Y que naiden se tenía que meterse en su vida privá ni en cómo iba ella al banco


Llegó mi amigo de la infancia: el señor guardia que los separó y evitó que viéramos una lucha digna de la WWE (abucheos para mi amigo porque todos queríamos ver un poquito de acción).

Dos abuelitas y otra mujer embarazada luego y por fin fue mi turno. Me acerqué a la ventanilla y la muchacha que ya me reconocía me pregunta por mi motivo allí, procedo a explicarle y en 3 mininutos cronometrados tenía mi nueva y reluciente contraseña (y nuevamente mi pulgar manchado de tinta de esa que es muy barata y te da derecho a un cuadrito de 2x2 cm. de toalla Nova, o en su defecto servilleta marca Favorita". Me indica que debo hacerle una visita al cajero y activar mi clave. Respectivas despedidas y vamos caminando al cajero dónde me tuve que leer las instrucciones para poder realizar la operación exitosamente, esta vez; lo que ciertamente me hizo merecedora de uno que otro silbido y palabras poco amigables que se traducían en "apúrate, tenemos prisa".

Estaba en eso cuando mi mujer muy amablemente me recuerda que no debo poner la misma contraseña que para internet (¡Y hasta ahora me lo recuerdas!). Un verdadero suplicio para mi que tengo la misma cuestioncilla en todos lados para evitarme memorizar más cosas de las que son estrictamente necesarias. Así que ahí iba yo, dándome de cabezazos contra la pared para encontrar dígitos que no fuera a olvidar, y luego llamándola para que lo anotara y me lo recordara (Jajajajaja).
Recibí feliz de la vida mi ticket de "su operación ha resultado exitosa, gracias por preferir blablabla" y me marché hasta un nuevo episodio de: Haciendo trámites.

Esa fue mi peripecia de hoy.

A ti mía: Te amo no lo olvides.

Atte.
Yours.

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